martes, 16 de marzo de 2010

Aquello a lo que los humanos llaman celos

Capítulo 8 -
Memoria 3 -Deseo a una estrella fugaz

JASPER POV

Ella continuaba aquí, sentada a mi lado, con su cabeza apoyada en mi hombro y aquella sonrisa que siempre la hacia brillar de una manera muy especial.

No podía apartar mi vista de ella; con tan solo su sonrisa podía hacer que me quedara ahí, observándola como si estuviera bajo el efecto de un hipnotista.

Gracias a ella, mi vida había cambiado por completo: la monotonía que antes vivía desapareció y trajo a mí cosas nuevas día con día. Ya no tenía que luchar por fines egoístas sin sentido, y podía sentirme feliz y tranquilo finalmente.

Definitivamente ella es lo mejor que me ha pasado en la vida; si ella no me hubiera encontrado, de seguro que no sería el mismo. Sin ella, nada en mí tendría sentido; sería como perder una parte importante de mí mismo.

Acaricié su cabello y besé su frente con mucha suavidad, como si ella fuera algo que pudiera romperse con sólo mirarla.

Su sonrisa se acentuó aún más cuando mis labios hicieron contacto directo con su frente.

Aquel brillo en su rostro me recordó la estrella a la cual había pedido un deseo el día de nuestro primer baile en una secundaria.

¿Cómo olvidarlo? Aquella noche había sido la más maravillosa de todas.

-¿Recuerdas la estrella que vimos el día de nuestro primer baile? –pregunté.

-¿La estrella fugaz que vimos en el patio trasero de la escuela? –respondió, mirándome con curiosidad. –Me alegra no haberme perdido el espectáculo; el cielo estaba tan despejado ese día. Por primera vez pude ver las estrellas brillar con todo su esplendor en esa ciudad. ¡Esa noche fue la primera que quise pedir un deseo!

-¿Qué fue lo que le deseaste? –interrogué con curiosidad.

-Si te lo dijera mi deseo no se cumplirá nunca –me recordó con una pequeña risa. –Sería una lástima que no se cumpla.

-Sí, supongo que tienes razón…

Sin embargo, por mi cabeza pasó el deseo que le había pedido a la estrella fugaz de aquella noche.

*FLASH BACK*

El baile de bienvenida estaba a sólo unos días y, como era de esperarse, un vampiro como yo, que toda su vida la había pasado en guerra, no tenía idea de cómo moverse en una pista de baile.

Alice casi nunca estaba en casa. Ella era la organizadora del gran evento y trabajaba día y noche para que todo quedara perfecto. Definitivamente, a ella no se le escapaba ni el más mínimo detalle. Sin embargo, su ausencia me ponía ansioso. Estaba tan acostumbrado a su presencia que no tenerla a mi lado me parecía algo insoportable.

Tan sólo estábamos juntos durante unos cuantos minutos, unas cuantas horas, si teníamos mucha suerte. Durante los cortos lapsos de tiempo en los que podíamos estar juntos, ella se dispuso a enseñarme a bailar.

No pude avanzar mucho, pero algo había aprendido en poco tiempo gracias a ella. Al menos en los últimos tres días ya no le majaba tanto los pies.

Alice estaba muy emocionada con el evento que ella misma había planeado, y nos había llevado por todas las tiendas que había podido para conseguir los trajes más a la moda de la época.

(…)

Por fin el día del baile había llegado.

Por supuesto, Alice me había invitado desde antes de que empezara con los preparativos para la fiesta, cuando había visto que la gran festividad se acercaba. Desde luego le dije que sí; nunca hubiera podido encontrar una mejor pareja que ella.

Ella se fue mucho antes que todos nosotros, ya que tenía que ir a hacer las últimas pruebas a los equipos, así que no tuve tiempo de verla antes de la fiesta.

Llegamos al colegio a tiempo, cuando ya las primeras personas comenzaban a salir de sus autos para dirigirse al gimnasio, donde sería la bienvenida.

Por dentro, el gimnasio estaba lleno de luces de distintos colores y grandes guirnaldas que colgaban ordenadamente por toda la parte superior del lugar.

Busqué a mi pareja con la mirada, recorriendo todo el lugar. En definitiva, a ella nunca se escapaba nada; el lugar realmente no parecía el gimnasio de un colegio.

Alice estaba sentada en una de las sillas, con sus piernas cruzadas y los brazos cruzados sobre la mesa. Llevaba el cabello ensortijado y un vestido de color rojo, el cual la hacía verse maravillosa. Esta noche se veía especialmente hermosa.

Apenas me vio, se levantó de la silla en la que estaba y dio pequeños saltitos hasta llegar hasta donde me encontraba. Abrí mis brazos para abrazarla, y ella se abalanzó sobre mí, me dio un fuerte abrazo y un pequeño beso en la mejilla.

-¿Y bien? –preguntó ella, mirándome esperanzada. -¿Qué te parece la decoración? ¿Te gusta mi vestido?

-En verdad has hecho un buen trabajo con este lugar –contesté, haciéndola girar para poder observarla desde todos los ángulos posibles. –Creo que realmente ese vestido fue hecho para ti. Te ves muy hermosa.

Parecía encantada con mi comentario, ya que comenzó a dar pequeños brincos a mi alrededor.

-Vamos a bailar, ¿sí? –dijo, lanzándome una mirada de súplica. –¡Por favor, Jasper! ¡Baila conmigo!

Nunca le he podido negar algo cuando pone esa cara, que se ve tan linda en ella.

Le ofrecí mi brazo y caminamos hacia la pista de baile, la cual ya se estaba empezando a llenar.

No sabía cómo, pero mis movimientos estaban en perfecta sincronía con los de ella. Nunca antes había bailado, hasta que Alice había intentado enseñarme; sin embargo, en este momento, gracias a ella estaba bailando de verdad.

Tiempo después, la pista se quedó casi vacía. Tan sólo quedábamos Emmett y Rosalie, y Alice y yo. Las personas que antes estaban en la pista formaron un círculo a nuestro alrededor y nos miraban como si se tratara de un show traído desde Las Vegas, o algo así.

Me sentía incómodo siendo el centro de atención de los humanos. Estaba tan acostumbrado a su rechazo y su desprecio, que ser el centro de la atención de sus miradas era algo nuevo para mí.

Estaba un poco hambriento, pero podía controlarlo por algunos días todavía. Lo único que tenía que hacer era no respirar mucho.

Edward parecía estar aburriéndose mucho ahí solo, sentado en una mesa viéndonos bailar.

-Oye, ¿te importaría bailar unas cuantas canciones con Edward? –le pregunté a Alice, después de que terminamos de bailar otra de las canciones. –Parece aburrido…

-¡Claro que no! –respondió con su acostumbrada sonrisa. –Sólo serán unas cuantas canciones…

Tomé el lugar de Edward en la mesa; una vez ahí, me sentí más tranquilo. Los miré bailar desde mi lugar; los movimientos de Alice tenían tanta gracia como los de una bailarina profesional. Ciertamente, ella se adaptaba rápidamente a todo.

Procuré pensar en cosas de poco sentido para pasar el tiempo, mientras ellos dos se encontraban en la pista de baile. Ahora que ya nadie me miraba, podía volver a hacer lo mismo de siempre frente a los humanos: sumergirme en mis pensamientos sin que nadie me molestara.

Por más que intenté concentrarme, hubo algo que me hizo salir de mis pensamientos inmediatamente. Un grupo de chicos golpeaba a un chico al que tenían acorralado contra la pared. Su sangre comenzaba a derramarse, cayendo al suelo.

La sed quemaba mi garganta, y deseaba poder abalanzarme sobre aquella persona para tomar su sangre, pero algo me detuvo… un nuevo pensamiento surcó mi mente: Alice…

No podía hacerlo.

Ella estaba orgullosa de mi autocontrol, y no iba a permitir que todos sus sentimientos por mí se arruinaran por eso.

Caminé lo más rápido que pude hacia la salida. No quería llamar tanto la atención, pero debía salir de ahí inmediatamente si no quería cometer una masacre.

Me alejé lo suficiente del lugar para no oler la sangre, me tiré en el suelo y le di uno que otro puñetazo al zacate.

Odiaba ser tan débil, toda esta situación me frustraba mucho.

Miré al cielo con desesperación; las estrellas y la luna llena brillaban con todo su esplendor en lo más profundo del cielo. Era una noche especialmente despejada, como casi nunca se veían en este lugar.

-¿Te encuentras bien? –interrogó una voz detrás de mí. -¡Vaya! ¡Qué noche más hermosa!

Alice estaba ahí, con los brazos cruzados tras su espalda, con su mirada preocupada dirigida al cielo.

Me levanté de dónde me encontraba y la rodeé con mis brazos. Estando así con ella, me sentí mucho más tranquilo. Sólo en ella podía encontrar la paz que necesitaba.

-Ahora me siento mucho mejor –repliqué con una expresión seria. –Lo siento, estuve a punto de arruinar todo… En verdad lo lamento mucho.

Acarició mi mejilla y me sonrió con dulzura.

No estaba enojada. Por más que casi arruino una noche tan importante para ella, Alice me sonreía como si nada hubiera pasado.

Nos sentamos en la hierba a mirar la luna y las estrellas, las cuales estaban dando su mejor espectáculo para nosotros. Era como si supieran que estábamos ahí observando y quisieran que viéramos la mágica atmósfera que podían reflejar para nosotros.

Tomé sus manos entre las mías y continué mirando el gran show que se nos mostraba arriba.

(…)

La fiesta casi llegaba a su fin, pero para nosotros ya nada de eso importaba. Nos teníamos el uno al otro.

-¿Quieres regresar al baile? –pregunté, sacándola de sus pensamientos.

-¿No podemos quedarnos un poco más? –hizo un pequeño puchero. –La noche me encanta. No me arruines el momento.

Nos recostamos en el césped a seguir disfrutando del paisaje.

Estaba feliz. Tan sólo nos encontrábamos ahí, viendo la noche y, sin embargo, me sentía como el hombre más dichoso sobre la faz del planeta.

Justo cuando nos levantamos para regresar al gimnasio, en lo más alto del cielo, vimos una estrella fugaz surcando el cielo nocturno.

Inmediatamente y sin pensarlo dos veces, le pedí mi deseo.

"Estrella de la noche, quiero que cumplas mi deseo…" dije en mi mente con suma rapidez. "Deseo que algún día tenga el valor para decirle con palabras lo que realmente siento."

Nos sonreímos y continuamos con nuestro camino para bailar la última canción de la noche. Era una canción romántica, como se acostumbra en todos los bailes.

Ella puso sus brazos alrededor de mi cuello, y los míos rodearon su cintura. Comenzamos a movernos lentamente al ritmo de la música; por más que la pista estuviera abarrotada y ya no cupiera una pareja más, nosotros seguíamos bailando, moviéndonos como si fuéramos la leve brisa de verano, que mecía las hojas de los árboles.

Dentro del corazón de Alice había una gran calidez, la cual raramente se podía ver en alguno de nosotros. ¡Incluso en el corazón de los vivos era extraño ver algo así!

¿Acaso un corazón muerto como el suyo podía ser más fuerte y puro que aquellos que estaban vivos y latían con fuerza?

*FIN DEL FLASH BACK*

Ella sonrió de nuevo al verme tan distraído, y se levantó del sillón.

No podía desperdiciar esta oportunidad: ¡este era el momento de actuar!

Era ahora o nunca; no podía permitir que se fuera.

Tomé su mano suavemente para detenerla. Ella me miró un poco confundida.

-No te vayas –susurré, abrazándola. –Aún tengo que decirte algo importante. Por favor, sólo serán unos cuantos minutos.

Se sentó de nuevo a mi lado y me miró con mucha atención.

-¿Qué sucede? –preguntó sonriendo.

-Bueno, parte tiene que ver con Alexander… -expliqué con un poco de resentimiento. –Quiero saber si en verdad te gustaría estar con él.

-Sólo lo he visto una vez… -contestó. –No me cae bien. No me gusta su comportamiento, es muy agresivo. En cierta forma lo odio.

Me sentí aliviado con su respuesta. No podía imaginar lo que haría si su respuesta hubiera sido diferente.

Su respuesta me había hecho tomar una decisión: el día de hoy era en el que mi deseo se cumpliría sin importar qué.

-Sé que tal vez te parezca extraño que te pregunte esto ahora, pero tenía que saberlo para poder continuar con lo que quería hacer –dije bastante inseguro; nunca antes había estado en esta situación. –Esto no es fácil para mí, es algo que no he hecho nunca antes.

Esperó en silencio a que volviera a hablar…

-Bueno, la razón de todo este misterio es porque en verdad te quiero –comencé a decir sin poder mirarla, me sentía tan extraño con todo esto… -Porque no quiero separarme de ti ni un sólo minuto. Quiero estar contigo, sin que nada se interponga entre nosotros –por fin la miré y tomé su rostro entre mis manos. –Lo más importante de todo: quiero hacerte feliz. Te amo.

Algunas lágrimas salieron de sus ojos: la había sorprendido mucho. Sin embargo, sus lágrimas expresaban una inmensa felicidad.

Limpié las lágrimas que salían de sus ojos con mis dedos. Ella me abrazó con fuerza.

Nos miramos durante unos segundos, y en sólo unos instantes llegó el momento que habíamos esperado durante años: nuestro primer beso, lo que los dos deseábamos desde el primer día, pero que hasta ahora lográbamos cumplir.

La amo. No dudo de lo que siento, y mucho menos ahora. Siento que puedo tocar el cielo con mis manos en estos momentos, y lo bajaría para ella si me lo pidiera.

Este beso me había dicho muchas cosas, pero la más importante de todas, era que ella me correspondía.

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