martes, 16 de marzo de 2010

Aquello a lo que los humanos llaman celos

Capítulo 4

JASPER POV

¡Eso no puede ser cierto! ¡Alice tiene que estar bromeando!

De seguro ese sujeto ha estado engañándola. Esa es la única explicación lógica: ella ha caído en la trampa como una niña inocente.

Ella fue creada para mí… ¡Es mía!

-¿Qué clase de prueba te dio? –le pregunté, aún sin poder creerlo. –Supongo que te dio algo para que le creyeras, ¿cierto?

-No, pero… -comenzó a decir. –Hay algo que me dice que no está mintiendo.

Sus palabras eran como cuchillos que me traspasaban sin piedad. ¿Acaso no se da cuenta del efecto que sus palabras tienen en mí en estos momentos?

¡Yo no voy a perder a MI Alice por un estúpido niño que anda diciendo cosas por ahí! ¡Todo esto no tiene sentido!

Pero ya me las pagará ese sujeto…

-No te puedes dejar llevar por todo lo que te digan –le dije, sin salir aún del asombro. –Él solo te está engañando. ¡No puedes dejar que te separe de mí!

Di por terminada nuestra corta discusión. Generalmente no me gustaba tener que llegar al punto de discutir con ella, pero en este caso tenía mis razones para hacerlo.

Abrí la puerta de la casa y salí dando un fuerte portazo.

Todo esto era difícil de asimilar, en especial el sentimiento que me hacía querer arrancarle la cabeza a ese tal Alexander: Celos.

No los había experimentado antes, pero no me agradaban.

Corrí hasta el bosque. Tal vez golpear y destruir unos cuantos árboles me ayudarían a calmar un poco mi ira, como siempre lo había hecho.

Tenía miedo, claro que lo tenía, y también me sentía inseguro y confundido: Miedo de perder a la chica que amo, inseguro al no saber lo que Alice piensa de Alexander y lo que piensa hacer al respecto, y confundido por cómo las cosas van tan rápido, de cómo ese sujeto aparece de la nada reclamando su derecho sobre la chica que siempre creí que era para mí.

-¡Oye! –exclamó Emmett a poca distancia de donde me encontraba -¡Estás espantando a mi comida! ¿Se puede saber qué demonios haces?

Sin darme cuenta, en menos de dos minutos había destruido más de tres árboles y aún no lograba sentirme mejor; la ira todavía se encontraba ahí y no había disminuido ni un poco.

-No estoy de humor para esto –contesté arrancando otro árbol desde sus raíces. –Necesito estar solo un momento, y tu presencia no ayuda mucho.

-¡Vaya! –gritó él en tono burlón –¡Parece que estás teniendo problemas! Déjame adivinar… -fingió pensarlo por un instante –Alice te reclamó la falta de una relación seria. Ya era hora de que lo hiciera…

-¿De qué estás hablando? –pregunté confundido. –El problema tiene que ver con ella, pero no se trata de eso. No creo que lo entiendas, de todas formas; es muy diferente verlo en series de televisión y películas.

-Entonces cuéntame, a ver si es verdad que no voy a entender nada.

Le conté sobre la aparición de Alexander, de la propuesta (que no sabía aún qué rayos era) que le había hecho a Alice y del beso que le había dado al despedirse de ella.

No sabía por qué me molestaba en explicarle todo esto a Emmett; ni siquiera tenía pensado contárselo a nadie. Por más que estaba seguro que Edward pudiera escuchar mis pensamientos, no le iba a hablar sobre el tema, y estaba seguro que él no me preguntaría nada.

Emmett nunca se tomaba las cosas en serio; todo lo tomaba a broma, y seguramente esta no sería la excepción. Hablar con él siempre había sido como hablar con un niño pequeño, que por más que el tiempo pasara, nunca maduraba.

-Oh… -murmuró asimilando lo que acababa de decirle. –No comprendo del todo eso de los celos. Si bien es cierto, ese chico… cualquiera que sea su nombre, te ha dado razones de sobra para desconfiar. Después de todo Alice será quién de la última palabra. No tienes de que preocuparte, esa batalla ya la tienes ganada.

-¿Y qué tal si no es así? –contesté, mirando todo el desastre que había causado con mi descarga de ira. -¿Qué hago si su respuesta no es la que espero? No estoy acostumbrado a estar sin ella.

-¡Ja ja ja! –se rió con fuerza. -¡Qué tonto! Tampoco nadie podría imaginar a Alice sin ti ¡Fueron creados para estar juntos! Igual que Rosalie y yo…

-Eso pensé yo también –afirmé con desánimo.

-¿Y qué quieres hacer? –interrogó sonriendo. -¿Piensas pelear con él?

Lo pensé durante un minuto. Pelear con Alexander no era mala idea; sin embargo, no sabía en dónde se escondía ese gran cobarde, y tampoco sabía que esperar de él.

-Me gustaría investigar un poco sobre él –mencioné. –Hay muchas cosas que no calzan; de todas maneras no está de más saber a quién me estoy enfrentando. Tengo que conocer a mi rival.

-¡Una investigación! –gritó emocionado. –¡Tienes que dejar que te ayude!

-No –repliqué inmediatamente. –Emmett, no es un juego de detectives. En verdad, entre menos personas estén involucradas es mejor.

-Por favor –puso su cara de súplica. (N/a: de esas que se parecen a los ojos del gato con botas en la película de Shrek) –No te molestaré… ¿Sí?

-De acuerdo –accedí con un largo suspiro de resignación. Era mejor aceptar antes que se pusiera necio. –Pero si quieres ayudar debes tomarte el trabajo en serio.

-Claro… -aceptó, sonriendo satisfecho con mi respuesta. –Pero antes que nada, un buen detective siempre tiene que estar bien vestido para un nuevo trabajo.

-Emmett, no vamos a utilizar disfraces de ningún tipo –respondí, pero antes de que me diera cuenta, él ya había desaparecido.

Sabía que era una mala idea meter en esto a Emmett, pero ya qué… ahora tenía que esperar a que se le ocurriera volver, disfrazado de quién sabe que cosa.

Regresó unos minutos después, con un disfraz del que era imposible no reírse. Llevaba una larga gabardina color café, con un sombrero del mismo color. En la mano derecha sostenía una gran lupa, y en la izquierda una pipa, de la cual salían burbujas de jabón en lugar de humo cuando se la metía a la boca.

-Bueno, ahora que ya estoy listo para la misión –afirmó Emmett. –Será mejor que nos dividamos el territorio en dos y empecemos de una vez.

-Yo iré por el norte y el sur –indiqué sin aceptar ninguna clase de réplica. –Ve tú por el este y el oeste y reúne toda la información que puedas sobre Alexander Luxctenth. Nos veremos aquí al anochecer, y por favor trata de no llamar demasiado la atención.

-Claro, no hay ningún problema –repuso él, soplando nuevamente en la pipa, de la cual salieron decenas de burbujas de jabón.

Por fin comencé mi camino dirigiéndome al norte, en dónde esperaba poder encontrar la suficiente información para despejar mis dudas.

Tal vez, y con un poco de suerte, podría dar con el escondite de Alexander directamente. Así arreglaríamos toda esta confusión, y tal vez la vida volvería a ser la misma de antes.

Si de algo estaba completamente seguro, era que no me daría por vencido. Yo no perdería a Alice sin antes haber luchado.

Aunque sabía que él tampoco lo haría, y seguramente estaría pensando lo mismo que yo, no me dejaría vencer.

Todo esto era tontería, una simple y vil mentira de parte de él.

Había decidido que ya no me iba a preocupar hasta saber si lo que decía era verdad. Si realmente era como él decía, tendríamos que demostrar cual de los dos era el mejor.

Se convertiría en una batalla dura, sangrienta y fría, y tengo una ligera idea de a qué podría enfrentarme, pero estoy dispuesto a correr el riesgo por ella y por ganar su amor de la manera más justa.

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